El grupo folk “I’Strinari di Calabria” surgió gracias al interés de sus integrantes, hijos y nietos de calabreses, de crear un espacio que les permitiera mantener vivas las historias que sus padres y abuelos les transmitieron. Historias que, en la mayoría de los casos, estaban relacionadas a los recuerdos de su tierra natal. Fue así que en 1983, en la actual sede de la Asociación Familia Calabresa de la ciudad de Rosario, estos jóvenes empezaron a reunirse. Fue el inicio de una gran familia calabresa.
“I’Strinari di Calabria”: un viaje muy especial
Durante las primeras reuniones, los integrantes se dedicaban a investigar sobre la música, la danza y las tradiciones que les comentaban sus familias. Más tarde, con la ayuda de algunos videos, comenzaron a armar las coreografías típicas. En 1985, algunos de ellos lograron viajar a Calabria y ponerse en contacto con Diego Practicò, el director del Gruppo Folk “I’Strinari di Calabria” (de Catanzaro), uno de los grupos registrados oficialmente en la “Federazione Italiana Tradizioni Popolari”.
A partir de allí, y gracias a estar apadrinados por el director en Catanzaro, el grupo adopta el nombre de “I’Strinari di Calabria”. Es el mismo director quien les otorga autorización no solo para realizar las danzas de su repertorio sino también para llevar los mismos trajes típicos y realizar las actualizaciones en conjunto con el grupo de la Región. “Es un orgullo para nosotros ser, desde hace 35 años, el único grupo apadrinado por uno de la Región de Calabria en toda Sudamérica”.
El valor de honrar las raíces
“Nuestro objetivo principal es el mismo que dio origen al grupo: transmitir la cultura calabresa a través de la danza. Pero lo que mayormente nos moviliza a sostener este espacio es honrar las tradiciones y la memoria de nuestros antepasados, como una forma de sanar la herida que dejó el desarraigo”.
Los integrantes de “I’Strinari di Calabria” nos cuentan que el día a día es arduo, de mucho trabajo. Porque más allá del momento de recreación, sostener un grupo folklórico demanda un gran compromiso. “Ensayamos una o dos veces a la semana. Nuestros encuentros fijos son los domingos de 19 a 21 h., porque es el momento que encontramos en común, entre responsabilidades familiares y laborales. En los ensayos hay un momento dedicado al baile y otro a la organización”.
Para ordenarse, los chicos forman grupos de trabajo. Uno se dedica a armar los ensayos y todo lo referente al baile. Otro se encarga de la organización y gestión de eventos y actuaciones. El tercero maneja las redes sociales. Y el cuarto lleva un control del estado de los trajes típicos. Cada integrante es libre de sumarse en las actividades que le resultan más cómodas o interesantes.
“El grupo no es sólo un lugar dónde despejarnos, sino también un espacio en el que crecemos como personas. Nos demostramos que con voluntad y trabajo en equipo todo se logra; que las jerarquías no son la fórmula del éxito y que la unión, sin dudas, hace la fuerza. Aprendemos a gestionar eventos para recaudar fondos, a seleccionar las mejores telas, a mantener y reparar las herramientas con las que contamos, a redactar, a hablar en público, a comunicarnos en otros idiomas, etc”.
¿A qué se debe el nombre del grupo?
“El nombre ‘I’Strinari di Calabria’ deriva de tradiciones paganas dedicadas a la deidad Strenia durante el período greco-romano. ‘Far la strina’ es algo así como ir de casa en casa alegrando al pueblo con música y baile, y es lo que ‘los strinari’ tratamos de hacer en cada presentación”, cuentan los integrantes. Cada uno llegó al grupo de diferentes maneras. Sin embargo, todos coinciden en algo: enamorarse y disfrutar la vida social dentro del grupo. “Se crean lazos muy fuertes y cuando uno llega, rara vez se puede ir”.
¿Qué significa para ustedes ser parte de “I’Strinari di Calabria”?
“En general, para todos podríamos decir que significa aprendizaje, reunión, disfrute, como un cable a tierra, familia, sacrificio y voluntad”. Más allá de eso, para cada miembro la respuesta a esa pregunta es diferente. Para Ezequiel, el grupo es sinónimo de alegría y adrenalina. “Es sentir la italianidad en la sangre, sentir que es una fiesta cuando uno baila. Es disfrutar y hacerlo con mucho placer”.
Georgina por su parte, cuenta: “este grupo maravilloso me sigue despertando esa curiosidad por saber cada día más de mi bella Italia. Desde aquí yo sigo manteniendo viva la tradición y ese amor de generaciones. Soy madre de dos hermosos hijos que comparten esta misma pasión de bailar la música de la tierra de nuestros ancestros y eso me llena de orgullo”.
Para Natalia, el grupo es importante, entre otras cosas porque permite estrechar lazos entre sus miembros. “Para nutrirnos y enriquecernos en la cultura que vive adentro nuestro diariamente. Vestirme con los trajes típicos es una manera de estar más cerca de mis antepasados y de nuestra añorada segunda patria”.
En el caso de Marcos, el grupo lo acercó entre otras cosas, al amor. “Con Nati comenzamos a formar una familia. El baile me genera sensaciones únicas. Lo que más deseo para este grupo es que nunca desaparezca, que juntos tiremos siempre para el mismo lado. Que nunca falte la esperanza, fuerza, fe y alegría que hace grande a nuestro querido grupo”.
Más testimonios
Ricardo explica que el grupo representa un espacio en el que todo se hace ad honorem pero disfrutando. “Escuchar los aplausos en los escenarios es único. Yo no soy descendiente de italianos, pero bailar al compás de la tarantela me moviliza y sentís que lo disfrutás desde la sangre y el corazón”.
Para Celeste, el grupo constituye su segunda familia. “Es el lugar en el que logré reencontrarme con mis ancestros, algo que desde pequeña me movilizó mucho. Donde aprendí a asumir distintos roles en el trabajo en equipo; donde entendí qué es una pasión; donde viví muchas alegrías y encontré abrazos en los momentos más duros. El grupo es un espacio de sana resistencia”.
Nicolás cuenta que a medida que fue creciendo, se fue interesando por la música medieval y encontró una relación cercana con la música folclórica calabresa. “Sumado a eso el interés por mi ascendencia y las historias de familia hicieron que sintiera ganas de entrar en el grupo. Solo necesitaba un empujón más para tomar la decisión final y gracias a mi novia, quién también decidió ingresar al grupo, me animé a participar”.
Para Guillermina, la respuesta es clara y concisa. Y resume un poco lo compartido por sus compañeros. “Aprendizaje y crecimiento son dos de las palabras que se me cruzan por la cabeza cuando pienso en qué significa este grupo para mí”.